Los números de la pandemia.

El impacto del COVID-19 en la estructura poblacional argentina

por Guillermo de Martinelli
Docente e investigador, Departamento de Ciencias Sociales – UNQ
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación – UNLP

 

PsC

La población argentina viene experimentando un constante proceso de envejecimiento, que implica en términos relativos, un mayor aumento de las personas en edad avanzada por encima de las de menor edad. De acuerdo a los datos relevados por el Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2010 y de sus respectivas proyecciones, la población con 65 años y más, representaban para aquel año cerca del 10%, mientras que las proyecciones para el año 2020 es del 11.5% y del 13.2% para el año 2030. Este proceso, que en términos proyectivos, parece inexorable, se explica en gran medida por una disminución sostenida a lo largo del tiempo en las tasas de fecundidad y mortalidad, por el efecto positivo de un conjunto de elementos relacionados con el sistema de salud, la seguridad social y las dinámicas asociadas al cuidado. Si bien, los modelos de proyección poblacional suelen ser poco flexibles en su capacidad de incorporar componentes o cambios coyunturales, la capacidad explicativa de los mismos es lo suficientemente adecuada para estimar los valores futuros, sin alejarse demasiado de los valores que luego se observan.

De modo que, más allá de la exactitud de dichas estimaciones, lo relevante es que nos encontramos ante un proceso que avanza hacia un esquema poblacional con una composición cada vez importante de adultos mayores. Esta situación, además, implica un incremento sostenido en los valores referidos a la tasa de dependencia de la población envejecida (TDE), que se obtiene de la relación entre la población activa y la población mayor de 65 años. De modo inverso, podemos señalar que para el año 2010, la relación era de 6.3 personas en edad activa por cada adulto mayor, mientras que para el año 2020 es de 5.6 y hacía el 2030 estaría en torno a 4.9. La disminución estimada de la relación entre población activa y adultos mayores, no es una cuestión menor, dado que la sostenibilidad, en gran medida, del sistema de seguridad social se encuentra directamente vinculada a dicha relación.

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Frente a este escenario poblacional, resulta importante analizar, brevemente, cuál ha sido el impacto hasta el momento del COVID-19 en nuestro país en términos de su distribución por género y grupo etario, para el período comprendido entre el 25 de marzo y el 16 de mayo. La elección del periodo considerado se justifica en la posibilidad de acceder a la información desagregada en las dimensiones de interés.
De acuerdo a los datos publicados por el Ministerio de Salud de la Nación, la propagación de los contagios se distribuyen en forma notablemente equitativa entre mujeres y varones, con una edad promedio en torno a los 41 años. Frente este comportamiento que asume el contagio del COVID19 en la población, resulta llamativo lo que ocurre en relación a la mortalidad.
Entre el 25 de marzo y el 16 de mayo se registraron un total de 349 muertes por Coronavirus, que representan casi el 95,4 % de las defunciones, desde que el virus comenzó a circular en nuestro país. La relación entre contagios y mortalidad indica, hasta el momento, que el 4.7% de los casos positivos han fallecido.
Con respecto a la mortalidad, hemos construido el gráfico que se presenta más abajo y que pretende sintetizar la información disponible sobre el comportamiento de esta dimensión. El primer dato que surge de la distribución de los casos es el fuerte predominio de los fallecidos varones (58%) por sobre las mujeres (42%). El promedio general de edad de las personas fallecidas es de 74 años, con un desvío estándar de 14 años en torno a dicho valor. Por su parte, la mediana, que es una medida que da cuenta del valor que divide a la distribución de los casos en grupos iguales es de 76 años.
Su desagregación por género indica que la edad promedio para las mujeres es de 78 (con un desvío estándar de 12 años) y una mediana de 81 años, mientra que en el caso de los varones la media es de 70 años, con un desvío de 15 años y una mediana de 72 años.
Estos datos resultan realmente interesantes y de ellos podemos desprender una serie de reflexiones: como bien sabemos, la principal medida que se ha implementado desde la aparición del primer caso de COVID 19 en nuestro país ha sido el “aislamiento social preventivo y obligatorio”. Como hemos mencionado, esta es una medida que altera fuertemente los procesos de socialización que cotidianamente estructuran nuestras vidas, en tanto sujetos sociales. Y probablemente sea un primer indicio para comenzar a indagar en la dimensión social de la pandemia y, en particular, en la explicación sobre el impacto diferencial en términos de mortalidad.
Estos datos muestran el fuerte impacto que produce este virus, en términos de mortalidad, entre los adultos/as mayores, caracterizando a este grupo poblacional como un grupo de alto riesgo. En este sentido, creemos pertinente plantear una serie de consideraciones que permitan una mayor comprensión de las características de estos grupos poblacionales para poder diseñar e implementar acciones que disminuyan los factores de riesgo.
En relación con los adultos y adultas mayores, es relativamente escasa la información específica que poseemos (1). Esta situación genera ciertas restricciones en las posibilidades de identificar con mayor precisión los factores y comportamientos que influyen en la elevada mortalidad que se observa entre las personas que conforman estos grupos etarios, como así también en su distribución desigual en términos de género.
En este sentido, resultará un interesante desafío a futuro poder avanzar en la producción de datos y conocimiento en relación con estos grupos etarios, en al menos, tres dimensiones: una asociada a la prevalencia de enfermedades y discapacidades, otra vinculada a los accesos a los servicios de salud, prestaciones clínicas y medicamentos, y finalmente, una dimensión relacionada con los aspectos asociados al cuidado, el nivel de autonomía en la realización de las actividades cotidianas y la relación con los entornos sociales, físicos y ecológicos.
El presente contexto de pandemia y sus efectos sobre este grupo etario, nos enfrenta al desafío de avanzar en la producción de información específica para el diseño, implementación y monitoreo de políticas públicas orientadas a los adultos y adultas mayores, con el objetivo de evitar, en un futuro inmediato, el impacto negativo de estas situaciones.

Gráfico 1
Población argentina según género y grupos de edad. Año 2010.

Gráfico 2
Mortalidad por COVID-19, según género y edad.  Argentina. Entre 26/03/2020 y 16/05/2020.

GUILLERMO DE MARTINELLI
(UNQ / UNLP) Docente e investigador del Departamento de Ciencias Sociales (UNQ). Integrante del Instituto sobre Economía y Sociedad de la Argentina Contemporánea (IESAC). Realiza análisis cuantitativos de la evolución de la pandemia y los comparte día a día desde su perfil de Facebook. No se los pierdan: https://www.facebook.com/guillermo.demartinelli

 


(1) El último relevamiento que se ocupa de cuestiones específicas de este grupo poblacional es del año 2012 y fue la denominada Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida de Adultos Mayores (ENCaViAM).