Comunicación en tiempos de Covid 19 y la cultura del plebiscito.

por Paula Inés Quiroga y Ignacio Pehuén Romani
Licenciada en Ciencias Sociales (UNQ) / Licenciado en Ciencias Sociales (UNQ)

 

La propuesta es un análisis crítico de las formas de comunicación en tiempos de pandemia; buscamos dar cuenta que existe un proceso de continuidades de tales formas más allá de quién gobierne, o, dicho de otro modo, nos proponemos dar cuenta que, a pesar del cambio de signo político en 2019, existe un proceso comunicacional que guarda una serie de continuidades respecto del periodo previo al triunfo electoral del Frente de Todos. Se trata de formas de comunicación que se profundizan en el presente y que son una continuidad de la formas de comunicación y de hacer política que fueron preponderantes del periodo 2015-2019.
Durante el periodo 2015-2019 llegó al poder una forma de hacer política que pondera un tipo de interacción social basada en un sentido común desinformado, que además, fue orquestado e instrumentado por medios de comunicación masiva y el oficialismo de ese momento. En ese marco, se ponían en agenda temas como el encarcelamiento de Milagro Sala, el acto de violencia institucional conocido como “caso Chocobar” o el juzgamiento de ex funcionarios y -en todos los casos y sin distinción de criterio-, se los sujetaba a la opinión pública. De este modo, la resolución de conflictos de competencia estatal, queda sujeta al criterio de lo que “la mayoría cree que es lo que debe hacerse». Lo que nos deja aquel periodo como herencia, es una sociedad que considera legítimo -o que naturaliza- por ejemplo, que se mantenga en prisión a una dirigente social sin debido proceso, que se dispare por la espalda a alguien que ha cometido un delito y está huyendo, o, un sobreprecio en la obra pública. Dando lugar así a un tipo de cultura plebiscitaria.
Esta forma de administrar el poder, relacionada al humor social del momento, no desaparece por generación espontánea con la derrota de Juntos por el Cambio en las Elecciones Generales de  2019, sino que, persiste como parte del entramado cultural en el que se enmarca y continúa por otros medios; por ejemplo, en aquellos medios de comunicación que antes se manifestaban como oficialistas y que, desde diciembre de 2019 lo hacen como opositores, pero también, en las redes sociales, en perfiles de usuarios/as que hacen de esos espacios sus medios de expresión por excelencia.

Es por ello que consideramos que, en la actualidad, resulta fundamental la observancia de este dispositivo de legitimación del sentido común desinformado y que es parte de un entramado cultural que puede designarse como cultura plebiscitaria. Se trata de un dispositivo que, con la pandemia -y la cuarentena- se ha magnificado significativamente como consecuencia directa de la veda de  aquellos lugares que nos servían como escenarios para la interacción antes de la implementación del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio.

Esta forma de ejercer el poder, donde los medios arbitran el humor social,  produce una particular interacción entre medios y redes;  donde tiene lugar una desjerarquización de las opiniones, al igualar una opinión calificada en una materia específica con una que no lo es. Por ejemplo, el discurso de epidemiólogos e infectólogos con el discurso de “lo que la mayoría cree, siente o piensa”. La opinión de expertos no es tan pomposa como la de algún famoso, y ya que el fin no es siempre la información, se busca generar u obtener “reacciones”, poner en circulación información sin importar si es correcta, verdadera o relevante.

La democracia se trata de deliberar, de cuestionar, de participar en lo que hacen los gobiernos y Estados, pero cómo y con qué fundamentos se formula esa crítica, merece observancia por parte de los/as investigadores/as sociales; y también, por parte de todo/a ciudadano/a que entiende y se interesa en la diferencia entre, a) la libertad de expresión y el derecho a la información b) y el uso instrumental de esa libertad y ese derecho con fines de desinformación y manipulación de la opinión.

En el primer caso, se aporta y participa en favor del proceso de democratización de la vida política, y, en segundo, se participa de la des-democratización de la misma. Hablamos de des-democratización refiriéndonos a ese proceso en el cual cuestiones de Estado se vuelven temas de agenda y materia de opinología; y que tienen su foco en diversos medios y resonancia en las redes sociales.

Un capítulo aparte se da cuando los medios mezclan ambos aspectos: discursos expertos con opinión pública, para disimular la opinión editorial del medio y a su vez para orientar la opinión pública con fines ideológicos. Para ejemplificar, proponemos analizar brevemente el caso de Clarín y el uso de encuestas.

Basado en una encuesta de la Consultora Julio Aurellio-Aresco (realizada con 1.000 casos online), el medio titula: “Nuevo escenario político. Encuesta incómoda: se extiende la cuarentena y Alberto Fernández cae a su calificación más baja.” Aquí vale aclarar que los resultados de opinión que se refieren por parte de la Consultora son que: “La valoración general del Gobierno, de todos modos, sigue siendo buena en términos absolutos”.

Volvamos entonces a pensar en este proceso de des-democratización y en el dispositivo plebiscitario. El problema no es que haya encuestas; sino que el medio insinúe – o induzca a inferir- que las medidas sanitarias se deben tomar de acuerdo a la opinión de las mayorías, y peor aún, que se sugiera la modificación de las acciones estatales respecto a la administración de la cuarentena en relación a una baja relativa de la imagen del Presidente. Lo que debe aquí ponerse en cuestión, es que un diario de tirada nacional, el tercer sitio web más consultado en el país(1)– después de Google Sites y Facebook- , use una encuesta de opinión de 1000 casos , y que en eso se base para titular sobre un supuesto “nuevo escenario político”: desfavorable al gobierno y particularmente al Presidente, respecto de quien busca instalar que tiene una imagen en baja.

Estamos entonces frente a un dispositivo comunicacional: en el cual los medios masivos instalan y abordan temas sin diferenciación de contenidos, a la vez que dan por supuesto que es correcto que ese tema sea sujeto a opinión. Algo semejante ocurre en redes, donde muchos usuarios/as hacen en sus perfiles un uso semejante al de los medios. De ese modo, se hace de cualquier contenido un tema plebiscitable cuando se lo trata como sujeto al humor popular.

Como otro ejemplo podemos considerar temas que son materia de Derecho Penal y que reciben un abordaje semejante a la administración de la cuarentena. Durante abril y mayo se habló en medios masivos y redes de la “liberación masiva de presos”: una problemática que despertó gran repudio civil, que se manifestó en redes sociales y con cacerolazos a las 21 horas en distintos puntos del país. Lo que vale poner de relieve es el tratamiento que el tema recibió en medios de comunicación definidos como “serios”; así como en perfiles de redes sociales, entre los que se destacaron algunos referentes de la oposición, y donde se enunciaron como noticia y/o hechos verídicos valoraciones sobre situaciones que ni siquiera ocurrieron.

Al respecto, pueden referirse como ejemplos diversos discursos que se encadenan en la oposición, y que tergiversaron situaciones asignándole relevancia nacional a casos locales como el de Burzaco. Situación en la que un juez ordenó la liberación de un hombre de 68 años que estaba encarcelado por violar a una joven de 13 años. La controversia se dio porque además de la naturaleza del delito, el domicilio de la prisión domiciliaria es cercano al de la menor. Fue, a  partir de la generalización de este caso, que el tema fue abordado mediáticamente.

En acontecimientos como el mencionado, sin lugar a dudas, la labor de los medios -y la acción de la oposición política- no debería ser la de mostrar una excepción como la regla, ni la de buscar horrorizarnos. Tampoco la de apelar a la moral social para condenar a todo el Poder Judicial -menos aún al poder político o al Gobierno- por un caso que, claramente, merece revisión.
Lo que decimos es que, ciertos medios masivos -Clarín y La Nación entre otros- así como sectores de la oposición política no gobernante, como Patricia Bullrich y Fernando Iglesias, son parte de este dispositivo comunicacional que describimos. Tal cuestión es comprobable con las  posiciones que asumen a nivel ético y profesional respecto del tema. Por esto, resulta necesario aclarar el caso, y explicar que el dispositivo funciona aquí presentando una particularidad como regla, la parte por el todo.

Lo que ocurrió es que el Juez bonaerense Víctor Violini emitió un fallo de alcance provincial (dando lugar a un pedido de habeas corpus colectivo) para liberar presos de riesgo por la pandemia de coronavirus”. Se trata de un fallo restringido para quienes hayan cometido delitos graves.

Sin embargo, y en ese sentido formulamos la crítica, ni los medios -masivos hegemónicos- ni la oposición no gobernante, se encargaron de denunciar, criticar o aclarar, de qué se trató el fallo del Juez bonaerense, mucho menos de puntualizar que excediendo ese fallo, hubo algunos jueces que aprobaron un beneficio para personas condenadas por crímenes graves, incluyendo la violación, como pasó en Burzaco.

Tal es el abordaje de estos medios que el Presidente respondió preguntas en entrevistas y medios diversos al respecto, y dijo:

Lo que pasa acá en Argentina, es que algunos tienen la tendencia de no hacer este análisis. Y directamente dicen «no, lo que pasa es que quieren liberar porque están buscando la impunidad de Fulano, de Mengano, de Pengano. No, no es eso, no estamos hablando de eso. Estamos hablando de un problema que tiene todo el mundo (2).

En el mismo sentido, en ocasión del encuentro virtual de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), -que reunió a expertos internacionales en materia de DDHH, como Adolfo Pérez Esquivel y Dora Barrancos-, se expresó el Secretario de la Comisión, Roberto Cipriano, quien sostuvo:

En Argentina hubo una campaña mediática muy violenta en redes tergiversada por los medios de comunicación que hablaron incluso de planes para liberar violadores, alimentada por políticos de la oposición al gobierno (3).

Posteriormente -y en medio de los cacerolazos que se organizaron por redes sociales durante abril, de los que participaron amplios sectores del país con la consigna “contra la liberación masiva de presos”- el Presidente Alberto Fernández se vio obligado a tener que volver a aclarar que hay animosidad en seguir responsabilizando al Gobierno y reiteró que el Estado «no pidió la libertad de nadie».

No sé si en ese paquete hay gente con condena por delitos gravísimos, no me quiero quedar en ejemplos. Si así fuera está mal porque no es lo que recomiendan los organismos internacionales.
Si un juez hizo algo indebido deberá explicar lo que hizo; no puede decir que fue inducido por la política porque no tenemos nada que ver (el gobernador bonaerense) Axel (Kicillof) o yo.

En el mismo orden la Ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, se refirió particularmente al Poder Judicial para que intervenga desconsiderando liberaciones o prisiones domiciliarias de «acusados y condenados por violación como también por violencia de género [y se manifestó en contra de que estos] reciban los beneficios del arresto domiciliario o la excarcelación.”
Aquí buscamos poner de relieve la distancia entre las declaraciones del poder político gobernante y los titulares de los diarios ya señalados: Más del 80% de los argentinos se opone a las prisiones domiciliarias (El sol del Mendoza);  Drama en Burzaco: el violador de una niña de 13 años recibió prisión domiciliaria y volvió al barrio en plena cuarentena (Infobae); Coronavirus en Argentina: El gobierno bonaerense busca despegarse y dice que no tienen facultades para liberar presos (Clarín) y Liberación de presos: el Gobierno dice «comprender» el cacerolazo pero insiste en la responsabilidad de los jueces (La Nación).

El poner en agenda el caso de las liberaciones de la población carcelaria, funciona -podemos decir que vende– porque nos representamos las cárceles como lugares asociados a las peores maldades humanas, en eso ayudan mucho el cine y la ficción en general. Entonces, muchas personas expresan con liviandad que la población carcelaria debe ser sometida en sus protestas y tratada con «mano dura»: condenada al encierro sean cuales fueran las situaciones y condiciones, aún si sus vidas no están a salvo, aún si no hubo debido proceso.

En este proceso de representaciones, los medios masivos que referimos, lejos de abordar el tema como materia de Derechos Humanos, lo hacen con trivialidad, buscando amplificar el malestar social, y capitalizarlo políticamente. Por esto insistimos en la necesidad de criticar la autoatribución de objetividad de la prensa, así como en poner de relieve que los medios referidos ponen en agenda temas que requieren de abordajes complejos, y que lo hacen invitando a los lectores a tomar partido rápidamente, como si se tratara de un superclásico al estilo Boca vs. River. En ese sentido señalamos antes que deben ser criticadas las posiciones que estos asumen a nivel ético y profesional.
Cuando hablamos del triunfo del régimen macrista, nos referimos a una modificación de la vida cotidiana que no necesariamente se relaciona con los resultados electorales: un triunfo que continúa por otros medios. En tanto que los años que Cambiemos gobernó el país dieron lugar a modificaciones hoy vigentes en la cultura social y política. Nos referimos a un clima de época donde se instaló -o profundizó- la cultura de opinar y votar sobre cosas que no deben ser sujetas a esos procedimientos. Por ejemplo, sometiendo a votación popular un tema de competencia estatal y/o profesional, banalizando por tanto los asuntos de especial importancia para el Estado y desjerarquizando la división social y profesional del conocimiento.

Esta cultura del plebiscito es consecuencia (4) de una forma de gobernar específica que se puede enmarcar en lo que Guillermo O’Donnell llama Democracia delegativa y presidencialismo plebiscitario. Se trata de un régimen en el cual no son tan relevantes el Congreso ni las leyes, ya que se gobierna de forma discrecional, muchas veces haciendo uso recurrente de instrumentos como Decretos de Necesidad y Urgencia (5).

Frente a temas sensibles (6) que reciben abordajes como los hasta acá criticados -y en un marco de cosas donde corren riesgo vidas- nos detenemos a señalar que resulta aún necesario distinguir entre doxa y episteme, así como a remarcar que cuando se trata de una razón de Estado, no son legítimos el sentido común desinformado, ni el liberalismo burgués.

Entonces, por razón de Estado, debe entenderse a aquellas decisiones que no podrían ser tomadas por una mayoría, ya que cada individuo evaluaría principalmente su situación personal, y porque se requiere una decisión allí donde la incertidumbre puede derivar en un mal hacia toda la población, como es el caso de una pandemia. Podemos citar a Maquiavelo, que justamente refiere como razón de Estado a las medidas excepcionales que ejerce un gobernante con objeto de conservar o incrementar la salud y fuerza de un Estado. En un sentido similar, Carl Schmitt argumenta la importancia de las decisiones como elementos básicos que dan certeza dentro de un Estado y que son fundamentales en la práctica política.

En ese sentido compartimos la crítica de Marcelo Gómez a Giorgio Agamben (7) sobre las condiciones y administración de la cuarenta. Gómez sostiene que los que proclaman el levantamiento de la cuarentena son los mismos que dicen que está en juego la libertad. Cuando, en verdad, lo que defienden, es el privilegio de una vida que es catalogada como una «que merece ser vivida», sin importarles que gran parte de la población nunca gozó de ese “estilo de vida”. Quienes son olvidados o desconsiderados son quienes, por ejemplo, no gozaron nunca del derecho de viajar por el mundo, o de asistir a teatros. De ese modo, lo que se menosprecia cuando se milita el levantamiento o relajamiento de la cuarentena, es la vida de esas personas que lo que deben proteger, y con pocos recursos, es su propia vida en el día a día.

Frente a esta cultura del plebiscito es que consideramos fundamental la interpretación de las Ciencias Sociales en tales situaciones. Sea para la elaboración de los saberes calificados, por ejemplo, en materia de Derecho Penal, o para hacer las veces de discurso legitimante de la hegemonía de las ciencias médicas y sus derivas -salud, epidemiología, virología y control sanitario- cuando se trata de las medidas de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en tiempos de Covid 19.
El mismo Presidente en una conferencia de prensa el 26 de mayo, es consciente de esto y argumenta las decisiones ante la emergencia y refiriéndose indirectamente a aquellos que opinan y especulan, dice:

Resulta ser que cuando planteo estas cosas aparecen otros que dicen “lo que pasa es que estamos en el gobierno de los científicos, en la ‘cientocracia, es la dictadura de los científicos’, por favor. (…) la verdad, miren, yo no soy médico, soy abogado, voy a escuchar a los que saben, voy a consultarlos todas las veces que me haga falta, no soy un necio, no voy a creerme un erudito en algo que no sé, y acá lo que hago es mirar la experiencia de otros países y escuchar a los que saben y después el que tiene que tiene que poner la firma tomando la decisión soy yo.

En este marco, consideramos que resulta imperioso formular una crítica a la trivialidad con que algunos medios de comunicación -y también referentes de la oposición- abordan tanto un fallo judicial sobre la población carcelaria, como las medidas sanitarias en tiempos de pandemia. Y señalar que lo hacen proponiendo como materia de debate -también de opinología- cualquier tema sin importar la especificidad del mismo. Así como resulta necesario problematizar la repercusión de la agenda en las redes sociales, lugares que son, por excelencia,; el escenario de la opinión sobre cualquier tema, del “yo sé que hacer” o “yo lo haría mejor”. Se trata de espacios que presentan una realidad ficticia; donde toda opinión es igualmente válida; incluyendo temas de salud o seguridad pública, aún si la opinión proviene de alguien que es masajista, conduce  un programa de entretenimientos, o es ingeniero.

De esta forma, el dispositivo tiene lugar en los medios y entre mediáticos/as y periodistas, se da en paralelo en el contexto de las redes sociales, donde se  proponen debates entre “Amigos de Facebook”, comentando o reaccionando a publicaciones, “abriendo hilos” en Twitter, etcétera.

El rol fundamental de los medios en el dispositivo se despliega con la circulación de editoriales y/o notas de opinión de periodistas que cuentan con prestigio y escriben en diarios como La Nación, o Clarín, pero también en los comentarios abiertos a los usuarios/as, como en sus perfiles de redes sociales, etc.

Hay una División Social del Trabajo en donde -por suerte- no todos tenemos que decidir todo. El Estado hace lo que cada uno no quiere, no sabe, no puede, o no debe hacer; el Estado es el que junta la basura todos los días y entierra a los muertos que nadie conoce. Debemos asumir que el Estado es el Leviatán, que actúa hasta cuando no está y también está en cada rincón que no vemos. En estos momentos de crisis es relevante reafirmar la importancia de una estatalidad distinta, porque, como muchos dicen en estos tiempos, “ya nada va a ser como antes”.

Esta estatalidad deberá contar con las herramientas para actuar allí donde lo justo sea actuar urgentemente y con fuerza, sin perder la sensibilidad de proteger a los desprotegidos (8).  Hay Estado cuando se toman las decisiones correctas, pero también, cuando no se las toma oportunamente y personas mueren desamparadas. Para nosotros, el triunfo del neoliberalismo se da en el momento que el malestar social se logra asociar con el Estado y ni siquiera cabe pensar un nuevo papel o revisar sus formas, es cuando triunfa el “que se vayan todos”. Aunque este momento coyuntural difiere en demasía del 2001, tanto que nos arriesgamos a decir que existe un gran porcentaje de opinión pública que recurre a información autorizada e institucional y que eso dificulta que una operación mediática pueda devenir en un Lawfare.

No debe ocurrir esta vez que se piense desde una superioridad moral del tipo “se los dije”. Quienes asuman responsabilidades por su posición, durante o posterior a la crisis, tendrán que, con toda humildad, construir una nueva forma de volver a recuperar el bienestar que supo prometer y cumplir el Estado; saber pedir perdón a los que se les falló de diferentes maneras, y en particular, a quienes luchan por vivir día a día y no fueron dignificados como es justo que ocurra.


PAULA INÉS QUIROGA
Profesora de Matemática en Educación Secundaria y Técnica. Licenciada en Ciencias Sociales UNQ. Becaria de Formación en Docencia e Investigación del Dpto. de Ciencias Sociales UNQ. Doctoranda en Ciencias Sociales y Humanidades UNQ. Pertenece al Proyecto de Investigación: Enmarcando la disputa por el sentido. La contienda de marcos interpretativos en torno al conflicto y los movimientos sociales en la Argentina (2016-2019). UNQ. Director: Marcelo Gómez.

IGNACIO PEHUÉN ROMANI
Licenciado en Ciencias Sociales UNQ. Ex Becario de Formación en Docencia e Investigación del Dpto. de Ciencias Sociales UNQ. Integrante IESAC-UNQ. Doctorando en Ciencias Sociales y Humanidades UNQ. Docente Universidad Nacional Guillermo Brown.

 

 

 


Notas al pie:

1. Consultado el 21/07/2020.
2. Transcripción de declaraciones del Presidente en “Radio con vos”. Audio del fragmento de radio publicado en Clarín en: Por el coronavirus, Alberto Fernández avaló la prisión domiciliaria para presos comunes
3. Qué hacer con las cárceles: Debate de expertos | El escenario en Estados Unidos, Francia, España y América latina
4. No importa si buscada o no.
5. En esta forma de gobierno el Presidente se presenta como salvador de la patria, la nación o la república, y por eso mismo se prescinde de cumplir con normas constitucionales o legales. Para ver más sobre Macrismo y Democracia Delegativa puede consultarse: “¿Qué es el macrismo? La presidencia de Macri y las tipologías de Guillermo O’Donnell”. De GUILLERMO A. MAKIN. En: BORDES, FEBRERO-ABRIL DE 2019.
6. Como la administración de la cuarentena o las políticas públicas y decisiones judiciales sobre la población carcelaria.
7. GIORGIO AGAMBEN / LA INVENCIÓN DE UNA EPIDEMIA. Quodlibet.it, 2020.  Giorgio Agamben / La invención de una epidemia – Ficción de la razón
8. Y decidir, aunque no guste a muchos/as, y sobre todo a los que ponen tapas en los medios y twittean.


Este artículo es una versión abreviada de un trabajo más extenso, al que se puede acceder aquí: Quiroga y Romaní - Versión Extensa.