Trabajar y estudiar en pantuflas

por Gabriela De Vincentis
estudiante de la Licenciatura en Historia (UNQ)

 

Era domingo quince de marzo cuando las y los docentes recibíamos la noticia, a través de la conferencia del presidente Alberto Fernández, que las clases presenciales, en todos los niveles educativos, eran suspendidas a partir del día siguiente en todo el país por el lapso de 14 días. Periodo que más tarde se extendería por tiempo indeterminado.
Comenzaba así nuestra cuarentena. Una cuarentena que traía aparejado inmensos desafíos para nuestra labor como docentes, ya que por un tiempo nos veíamos obligados a reconvertir nuestro espacio cotidiano de trabajo: las aulas presenciales eran ahora aulas virtuales. Eso no sólo representaba un desafío por el espacio en sí mismo sino, también, por otras cuestiones sumamente importantes que se desarrollan en ese contexto: por un lado, la sociabilidad con los y las estudiantes de cada curso y, por otro, llevar adelante el proceso de enseñanza- aprendizaje. Así, el desafío era doble o triple: primero teníamos que pensar en armar un aula virtual, situación que para gran cantidad de docentes era nueva y, al mismo tiempo, una en la cual pudiéramos interactuar y generar un vínculo con los y las estudiantes sin dejar de lado los contenidos curriculares. Podríamos decir que era todo, o casi todo, nuevo. Una dinámica diferente se nos presentaba ante el avance del coronavirus, un desafío en pantuflas. Sentadas, sentados, frente a nuestras computadoras o nuestros celulares comenzábamos una nueva etapa en la carrera como docentes y, por qué no, en la historia de la educación.
También, en este contexto, nos encontramos ante la situación de otros u otras docentes, como es la mía, de trabajar y estudiar a tiempo completo en la virtualidad. Había terminado un 2019 con todas las materias de la Licenciatura en Historia aprobadas y una tesis apenas iniciada para ser desarrollada y presentada antes de que finalice el 2020. Y en cuanto llegó la cuarentena, comenzó con ella el reto de llevar adelante, aunque sea, una parte de la investigación. Poder lograr, desde la virtualidad, suplir algunas actividades que estaban pensadas desde lo presencial: los encuentros con mi tutor quedarían reducidos a mails, mensajes y videollamadas, al igual que las posibles entrevistas. Así como, también, la continuación de la búsqueda de material bibliográfico indagando solamente los reservorios académicos y páginas institucionales. La cuarentena abrió un panorama de grandes cambios a los cuales debemos adaptarnos para poder continuar y concretar nuestros planes.


GABRIELA DE VINCENTIS

Profesora en Historia del Nivel Medio. Estudiante avanzada del Ciclo de Complementación Curricular de la Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional de Quilmes. Actualmente con tesis en curso «La construcción de la agenda de género en el MERCOSUR 1991 – 2018».